Contar historias es demasiado importante

Hoy os traigo a un invitado de auténtico lujo, Pedro Villar Sánchez, que nos regala un maravilloso post titulado «Contar historias es demasiado importante«. Pedro es maestro y escritor. Compagina la escritura con su actividad de maestro, desde la que se acerca al corazón de la poesía y los cuentos, creando numerosas experiencias en torno a la animación lectora y escritura creativa.

Lleva a cabo una labor de difusión y divulgación a través de recitales y talleres en colegios, cursos y conferencias. Ha publicado artículos y reseñas de literatura infantil y juvenil en revistas españolas especializadas como Pizca de Papel, Zurgai o Educación y Biblioteca. Ha participado como jurado en diversos certámenes entre otros el Premio Hispanoamericano de Poesía para Niños en Ciudad de México en 2008.

Además, ha publicado para adultos los libros Desde la luz y la sombra, Luz en el laberinto y Alimentando lluvias. Y para niños y otros seres sensibles y curiosos tiene editados entre España, Colombia y México: El Bosque de mi abecedario, Los animales de la lluvia, Cuéntame, El pastor de nubes, Tres veces tres la mar, Miguel Hernández en 48 estampas, El Orejón de Villena y Doña Nube y Don Nubarrón. En prensa Los sueños de Gaudí y Que sube que sube.

Casi nada. Lo dicho, disfrutad mucho de su espectacular post, que como no puede ser de otra forma nos habla de las historias. Qué maravilla para leer y releer. Mil gracias Pedro por contar historias excepcionales.

Contar historias es demasiado importante

Comenzaré confesando que leer y escribir me reconcilian con la vida, concibo la literatura, la poesía, los cuentos como un espacio de libertad donde los deseos, las emociones y los sueños son todavía posibles. Escribo para recomponerme, para encontrarme, para no sentir el frío de la noche, para vivir las historias que sueño o me sueñan.

Me acerqué a la poesía cuando tuve la necesidad de comunicar y decir las cosas de otra manera, cuando sentí las palabras como pura magia de significados e imágenes, cuando necesitaba responder a preguntas que no tenían respuesta.

Me dirigí a los niños y a otros seres sensibles y curiosos cuando mi voz tuvo el tamaño de los sueños y recogía una a una las palabras que temblaban en las hojas de los árboles y en la raíz. Intuía una mirada sensible de la realidad, la necesidad como ser humano de explicarme el mundo y de transmitir sus emociones y sentimientos.

A veces escribo para ofrecer alas al corazón y vendas a la tristeza. Cuando lo hago para adultos los temas son los que me preocupan o me crean desasosiego: la soledad del ser humano, la incomunicación, la intransigencia o lo intangible.

Escribo para explicarme qué nos pasa, qué sociedad hemos creado, qué tipos tan raros de seres somos en esta sociedad enferma. Si me dirijo a los niños y otros seres sensibles suelo acercarme a su mundo próximo desde los juegos, las canciones o el humor, sin evitar cualquier tema que me interese.

Contar historias es demasiado importante
Contar historias es demasiado importante

Mi pasión por la poesía para los más pequeños responde al impulso de regresar a ese lugar sin tiempo donde fui niño

Quería recuperar los juegos, los cantos y las palabras escritas en la arena. Mi infancia está unida a la tradición oral, desde las canciones de cuna pasando por las canciones de corro o de comba, etc.

Los refranes, los trabalenguas me han acompañado desde siempre, las palabras eran alivio y consuelo, caricia y necesidad, así había una retahíla para cada suceso, un refrán para cada situación, una canción para festejar la alegría o conjurar la tristeza.

De esa literatura de tradición oral hice mías y aprendí a través del oído y del cuerpo, estructuras, melodías, ritmos que me acercaron a los conocimientos atesorados en años de soles, lunas y silencios, a los ciclos de la naturaleza, a los momentos importantes, al ritmo del corazón.

Me acercó en definitiva a la poesía, a la primera inocencia desde la que mirar con los ojos nuevos del asombro, y que me ayudó a reconocerme y situarme emocionalmente ante los demás. Conocí las estructuras, las formas métricas, los ritmos, las melodías, los juegos.

Quien quiera transmitir la poesía o escribir para niños ha de aprender a amar y poseer las palabras, conocer a fondo la riqueza de la tradición oral, la fuerza que atesora, la palabra necesaria injustamente olvidada en estos tiempos tan alejados de la lírica y de la sensibilidad donde los niños apenas cantan o escuchan cuentos en boca de sus padres, donde la escuela ya no canta, donde la escuela ya no cuenta.

Se hace preciso, más que nunca, recuperar quienes fuimos para entender cómo somos y mirarnos en el espejo de nuestra memoria poética

Publicar un libro en los tiempos que corren es un milagro, pero sabed que en momentos de crisis la palabra se hace más necesaria que nunca, la literatura nos descubre la capacidad del ser humano para fabular, para vivir otras vidas, para sentir que otros mundos, otras realidades son posibles por la magia de la lectura.

La fantasía y la imaginación nos hacen más creativos, más solidarios, más humanos porque nos pone en la piel del otro.

La palabra guarda el alma, la esencia de las cosas, los sentimientos más nobles. Es el don más hermoso que el ser humano pueda entregar y recibir, sólo entonces las palabras se convierten en pájaros que nacen en las manos del poeta, hojas del árbol de la memoria, versos frágiles, emocionados, cantarines, musicales, rimados, versos rítmicos, juguetones, descarados, versos de agua para los patios de tierra.

Photo credit: kalandraka

2 comentarios

  1. Contar historias, claro que es demasiado importante. Muchas gracias Francisco Torreblanca por el invitado de LUJO. Disfruté mucho su espectacular post. Leer a Pedro Villar es magia pura. Abrazo cariñoso.

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