Empezamos una nueva semana y como ya sabes el lunes es el mejor día! Hoy quiero hablarte de algo que siempre hace que mis señales de alarma se disparen automáticamente: cuando el trabajo llega sin buscarlo.
Hablo de ti, de mi, de tu empresa, de la mía, o… de cualquiera. Lógicamente es genial cuando el trabajo llama a tu puerta, sin buscarlo. Puede que algo hayamos hecho bien antes o puede que no. Justo ahí está la clave de todo, en la necesidad de saberlo.
Estratégicamente siempre me ha interesado saber por qué ha llegado un trabajo, un contacto, a través de qué medios, comentarios, recomendaciones, comunicaciones, etc. Insisto, es algo clave para mí.
Imagina lo peligroso que es dejarte llevar por la inercia, sin preocuparte de nada más que de hacer el trabajo que te va entrando. De este modo solo conseguirás entender una parte de la manera en la que funcionan las cosas. La inercia es una traición vestida de princesa, que te atrae, te hace feliz a corto plazo, evita que las preocupaciones se instalen en tus pensamientos y te alejan de la coherencia.
Solo es un consejo, pero si la inercia te lleva por este camino piensa si tiene sentido lo que te estoy intentando transmitir. No saber el por qué de las cosas te llevará a las puertas de la incertidumbre y la indefinición tarde o temprano y entonces el tiempo correrá muy deprisa, no te dejará pensar, no te dejará hallar soluciones válidas y acabarás echando la culpa a los demás.
Todo tiene un por qué. Y nuestro trabajo tiene un para qué. La inercia, esa princesa mentirosa que esconde un final incierto, puede llegar a evitar que seas tu o tu marca quien pueda escoger a sus clientes. Eso si es un objetivo estratégico importante que deberías plantearte para saber si lo que haces ahora tendrá un buen lugar en el futuro.
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