Capítulo 3 de un libro maravilloso. Corto, intenso, provocador. Así es cada uno de estos capítulos. Hablemos sobre El Principito y su magia aplicada al marketing (4).
Aparecen las primeras emociones serias. La incertidumbre, la nostalgia (en este caso reflejada por la melancolía) o incluso estados emocionales como el disgusto o las risas y la transición de uno a otro.
A veces queremos saber más del otro y esto ocurre tanto en nuestra vida personal como en nuestra vida profesional. El ser humano es curioso por naturaleza, como comenté en este post anterior cuyo título me encanta: Me siento aguijoneado por la curiosidad.
Sin duda, El Principito reúne altas dosis de incertidumbre, de misterio, de romanticismo o de misticismo
En el mundo del marketing es un hecho que nos ocurre a menudo, ya que siempre hay variables que actúan en el papel de este personaje.
Los consumidores son principitos, pues varían su comportamiento, son imprevisibles, incluso cuando creemos saber todo sobre ellos. Los competidores también lo son, es tremendamente difícil determinar los próximos movimientos de algunos de ellos (sobre todo de los más avanzados).
El propio entorno competitivo sería El Principito más auténtico, pues… ¿hay algo más lleno de incertidumbre que el escenario competitivo?
Otro aspecto interesante de este capítulo es que aparenta haber una disparidad de criterios entre el protagonista y El Principito. Seguro que mucha culpa de ello la tiene precisamente la incertidumbre. Lo que para uno es una cosa absolutamente normal, para el otro resulta una interpretación surrealista, que a su vez genera una distorsión en el protagonista.
Esto suele ocurrir mucho en el mundo del marketing, o bien cuando no hemos hecho un correcto proceso de aprendizaje y adaptación al entorno y comunicamos de forma errónea, o bien incluso cuando lo hemos hecho pero el entorno es tan sumamente cambiante que nos conduce a fallar.
Recuerda que incluso creyendo saber todo o pensar que todo está controlado, el entorno muta.
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