Hoy quiero hablaros del impacto de las pantallas de los dispositivos móviles en nuestro cerebro.
El entorno tecnológico al que estamos sometidos provoca que el tiempo de exposición a los dispositivos conectados y no conectados se incremente notablemente y su efecto en el cerebro es diverso.
Si pensamos solamente en los más jóvenes, los niños y niñas, podemos ver que el tiempo de exposición si no somos capaces de controlarlos es enorme.
Este excesivo tiempo que poco a poco se va ampliando a prácticamente todas las edades, puede generar cambios en los circuitos neuronales en un cerebro en desarrollo, aunque se desconocen los efectos concretos, que podrían ser tanto negativos como positivos.
Justo escribiendo este post, estoy pensando en mi propia exposición continua a todas mis pantallas durante cada día y el efecto que me provoca el denominado screen time.
Son horas cada día. Hablamos de horas. Si sacáramos un porcentaje del tiempo empleado al día en mirar una pantalla y en el resto de cosas que hacemos en nuestra rutina diaria, probablemente nos asustaríamos.
Cambiamos de pantalla como cambiamos de lugar en el que estamos, de una a otra, sin cesar, sin descanso, una y otra vez. Los micromomentos están copando nuestras vidas a cada instante.
Las pantallas se están convirtiendo en el santo grial de las marcas, un escenario idóneo para plantear la forma en la que llegar a sorprender y llamar la atención de cada usuario.
Para complementar la información de este post, te recomiendo leer el post anterior titulado «Appnesia, un curioso e interesante comportamiento del consumidor digital«.
Otro interesante enfoque es que nuestra pantalla no es cualquier pantalla, sino precisamente la nuestra, por lo que debemos de tener en cuenta que nos genera sentido de pertenencia y que todo aquello que nos cuente puede sonarnos ciertamente creíble.
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