Dentro de mis reflexiones y pensamientos, hoy quiero proponeros esta visión personal: Nunca un proceso de marketing es igual a otro.
Incluso si hubiera un atisbo de serlo, me negaría rotundamente a que así sucediera. No hay nada más terrible que aplicar la misma manera de hacer las cosas en diferentes proyectos.
Como ya he comentado alguna vez en este blog, intento buscar siempre un origen distinto en el proyecto, un inicio inédito que me inspire y me haga pensar de nuevas en aspectos retadores. Para un marketero encontrar la manera de motivarse ante un nuevo reto es alentador y necesario.
Esto no ocurre solamente con el arranque, ya que precisamente este arranque va a condicionar la siguiente fase y las que van llegando, así hasta la etapa final en la que por supuesto, nada será como debe ser.
En este interesante y enigmático proceso, lo mejor siempre está por llegar
Es alentador proyectar tu pensamiento al momento en el que vas a presentar el trabajo ante quien decide, imaginando que esa etapa se supera con éxito (no exento de riesgo) y que finalmente llega a un mercado.
Ese gusanillo que tienes cuando estás en ese momento no puede describirse, solo puede sentirse. Incertidumbre y riesgo para matar la certidumbre y la seguridad de lo establecido. Dos ingredientes de alta potencia para crear.
Cada creación, cada impacto pone el listón más alto y en ese momento sabes que el siguiente proyecto será todavía más exigente. No importa si es para una multinacional, para una pyme, para un comercio o para un emprendedor… finalmente si ese proyecto te aporta valor el reto adquiere sentido.
Nunca un proceso de marketing es igual a otro. Es una condición absoluta, una promesa hecha hacia ti mismo y hacia tu trabajo para mantener el romanticismo necesario que te permita no dejar de estar enamorado de lo que haces.
Photo credit: profmarilena