Hoy quiero hablaros de otra de esas secuencia que tanto me gustan en mi mundo marketero. Se trata de pensar, hacer y sentir en el marketing.
Cuando digo secuencia lo hago porque considero que poseen ese orden, aunque ya sabes que a mi en marketing me encanta desordenar.
Pensar. Quizás el acto más perezoso de todos a cuantos nos tenemos que enfrentar en el marketing y fuera de el. Ya lo comentaba en este otro post anterior: Si tienes tiempo para pensar eres un artista.
Pensar es el primer paso, sin duda. Es lo que abre el abanico de opciones para nuestra marca, para nuestra relación con el público que buscamos, para diferenciarnos de otras opciones competitivas, para impactar.
Tras pensar, pasamos al hacer
Muchas veces ocurre lo contrario, que primero hacemos y luego pensamos. Y otras muchas veces ocurre que hacemos y no pensamos. ¿Te suena no? ¿Te ha pasado alguna vez? ¿Conoces algún buen caso que contarme?
Por último sentir, que está en total concordancia y dependencia de los dos estados anteriores: pensar y hacer. Sentir lo consciente de haber podido tener un tiempo para pensar. Sentir que tras haber pensado has ejecutado algo con criterio. Sentir que aunque podamos habernos equivocado hemos hecho lo que hemos considerado que era correcto en base a unos parámetros.
Si te has dado cuenta, hablo de hacer justo en medio de un antes y un después, que son pensar y sentir. Como decía antes, muchas veces tendemos directamente a hacer sin entrar a valorar posibles efectos directos o indirectos no previstos.
Pensar nos ayuda a minimizar este escenario y a maximizar las probabilidades de éxito. Por otra parte, me refiero a sentir como una especie de método de medición romántico. Cuando sentimos somos capaces de evaluar, quizás de manera inconsciente e irracional, aquello en lo que hemos pensado y hecho.
Photo credit: wolfkann