Por qué nos da vergüenza elegir un vino

Por qué nos da vergüenza elegir un vino. Un problema de cara al sector y al producto. El vino, un producto tan nuestro (en 2014 somos el principal productor mundial), pero que no sabemos o no queremos consumir por varios motivos.

Uno de ellos y que nos hace mucho daño es su escasa democratización (odio esta palabra, pero me sirve para poder explicarme). En la cadena de suministro del producto, desde que se produce hasta que llega al consumidor final, su precio se desmelena, su concepto se hace propio de solo unos pocos sabios y entendidos (desde el buen sentido y con todo mi respeto) y, por si fuera poco, no fomentamos su consumo a través de pequeñas dosis (copas) para competir con la bebida que si triunfa en nuestro país: la cerveza.

Todo un planteamiento de conceptos (aunque hay muchos otros que influyen), pero simplemente haciendo un buen enfoque de estos tres ya podríamos dar un salto cualitativo muy importante.

Me gusta que el vino sea accesible al consumidor final
Me gusta que el vino sea accesible al consumidor final

Vayamos con el precio: esta variable está muy desfasada en muchos puntos de restauración, en los que sin cortarse un pelo multiplican por 3 su precio en bodega. Resultado: menor consumo o solo consumo para una minoría. Si contrastamos esto con la inmensa oferta que tenemos como principales productores mundiales…

En nuestra cultura se instaló hace tiempo la sabiduría y el entendimiento de unos pocos

Parece que el vino ha de saber a cosas que solo unos pocos son capaces de detectar, oler a otras, tener un cuerpo de una u otra manera, un color determinado, etc. Me parece maravilloso que contemos con estos matices culturales de los que aprender. Pero lo que nos ocurre es que precisamente eso es lo que genera una barrera al consumo y me explico.

Imagínate en una mesa de restaurante con varios comensales que deciden pedir vino. Al llegar el momento de pedir la mayoría buscan al experto de la mesa. Se quitan de encima la decisión por no quedar en entredicho al no saber de denominaciones de origen, añadas, variedades o simplemente no pasar por el mal trago de tener que voltear la copa, oler y probar. ¿Hacemos esto con la cerveza? Por supuesto que no! Una tras otra, sin barreras, nos gusta o no nos gusta, simplemente eso. Así de fácil.

Por último, otra vez frente a la cerveza, su consumo fácil domina a través de la típica caña, el tercio, el quinto o lo que sea. Una tras otra una vez más. Aquí tenemos otro gran problema. Gracias a que últimamente muchos lugares gastro están entendiendo la adaptación al consumidor de hoy ofreciendo probar el vino por copas, el acercamiento con el producto se ve beneficiado. Por fin voy viendo un poco de luz, pero queda mucho por hacer. Todo, mejor dicho.

Solo quiero hacerte pensar, lógicamente es una visión muy particular de este por qué.

Photo credit: agentbauer 

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