Una reflexión que es muy probable que afrontemos en alguna ocasión en cualquier proceso dentro de la empresa: Si algo funciona, ¿hay que tocarlo o no hay que tocarlo?.
Esta frase es una especie de mito, ya que se nos suele asegurar que si algo funciona no hay por qué tocarlo. ¿Te suena?
Hay dos cosas que considero importantes cuando nos enfrentamos a una situación de este tipo: la actitud y la estrategia.
Vayamos con la primera de ellas, la actitud. Todo lo que hacemos, tanto en el terreno personal como en el terreno profesional, depende directamente de nuestra actitud.
Podemos ser activos o pasivos, lentos o rápidos, decisivos o indecisos, arriesgados o conservadores, etc. En función de cómo seamos y de cómo seamos capaces de transmitir esa actitud al resto del equipo de la empresa tendremos un enfoque de la situación u otro.
Si nuestra actitud es de búsqueda constante e inconformismo siempre estaremos cuestionando cualquier planteamiento, funcione o no funciones.
Por el contrario, si nuestra actitud es conformista será una bendición que algo funcione para no tocarlo y no crearnos quebraderos de cabeza.
Ahora entra en escena la segunda variable de la que os hablaba: la estrategia. ¿Qué es el mundo empresarial sin estrategia?
Quienes tienen una actitud proactiva y son inconformistas saben valorar mucho el componente estratégico. Dentro de él, existe un hito fundamental cuando afrontamos una situación en la que nos planteamos que si algo funciona, ¿hay que tocarlo o no hay que tocarlo?.
Dicho hito, no es ni más ni menos que conocer el por qué de las cosas. Conociendo el por qué, sabremos qué es lo mejor en cada caso y si hay que tocar o no algo que funciona o que no funciona.
Así de sencillo y así de complicado. Por algo el por qué es el núcleo fundamental de la estrategia del Círculo de Oro.
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