5 etapas del desarrollo de un equipo: Formación

Todo equipo nace con ilusión. La etapa de formación, también conocida como “Forming” en el modelo Tuckman, representa el punto de partida en el viaje colectivo de un grupo hacia su consolidación como equipo de alto rendimiento. En este momento inicial, reina una mezcla curiosa de entusiasmo, inseguridad y una intensa necesidad de orientación. Las personas llegan con energías renovadas, con una predisposición generalmente positiva, pero también con muchas dudas: ¿Cuál es mi rol? ¿Quién lidera realmente? ¿Cómo se toman aquí las decisiones? ¿Qué se espera de mí y de los demás? Esta fase no se trata solo de conocerse, sino de reconocer el terreno, leer el ambiente y tratar de encontrar el lugar propio dentro de una nueva dinámica grupal.

En la etapa de formación, el liderazgo adquiere un papel crítico. El líder debe actuar como guía y como anfitrión. Guía porque tiene que marcar el norte, establecer reglas de juego, generar claridad y ofrecer seguridad psicológica. Anfitrión porque debe crear un clima donde florezca la confianza. Aquí, la comunicación es un arte en sí misma. Es el momento de hablar más de valores que de tareas, de propósito más que de objetivos. Cuando se consigue anclar una visión compartida, el grupo comienza a respirar al unísono, aunque todavía de manera tímida.

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Pero no todo es liviano en la fase de formación

Esta etapa también puede ser un campo complejo con falsas expectativas o silencios incómodos. Muchos equipos fracasan porque no le prestan la debida atención a este momento fundacional. Es un error común pensar que la cohesión vendrá sola con el paso del tiempo. En realidad, la cohesión se construye con intención, con espacios de escucha activa, con dinámicas que propicien la conexión humana, y con una gestión emocional fina. En esta etapa, el qué se dice y el cómo se dice tienen el poder dar solidez o fracturar las relaciones.

Un equipo que se salta esta fase o que la vive de manera superficial corre el riesgo de quedarse sin raíces. Si esto ocurre, será un equipo frágil, que será arrastrado fácilmente por la incertidumbre o el conflicto. De ahí que sea tan importante invertir tiempo de calidad en la formación, aunque la presión por producir resultados esté latente desde el primer minuto. Porque en el liderazgo de equipos, lo urgente no siempre es lo más importante. Aquí, lo importante es empezar bien.

La etapa de formación es el núcleo de todo lo que vendrá después. Si esa semilla se planta con mimo, con intención y con sentido, entonces el equipo tendrá muchas más probabilidades de crecer. Aunque aún quede mucho camino por recorrer, todo lo que se consolide en este punto será el cimiento invisible que sostenga al grupo cuando lleguen momentos más turbulentos. Porque llegar juntos es solo el principio. Construirse como equipo, eso sí que es un verdadero desafío.

Photo credit: PX

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