Aperitivo, impacto. Postre, recuerdo. Una regla que suele dar resultado en aquello que tienes que presentar, aquello en lo que estás trabajando y transmitir a tu cliente, aquello que quieres proyectar y que no quede en el olvido.
El aperitivo, aquello con lo que empezamos una exposición, sea del tipo que sea, debe ser apetitoso (por eso de abrir boca), ligero (porque lo mejor está por llegar) e impactante (para cautivar la atención de quien está dispuesto a escucharte).
Ese aperitivo es lo que te permitirá o no que lo que viene después, es decir, el contenido suculento de aquello que vas a contar y que tanto trabajo te ha costado crear, tenga éxito. Ese impacto inicial es vital y de él depende el resto del guión.
Muchas veces habrás oído decir que la primera impresión es la que cuenta y no hay falta de razón en ese dicho
El aperitivo de algo siempre tiene connotaciones estratégicas, ya que si o si genera expectativas en nuestros receptores. Dicho esto, piensa que si nos pasamos de impacto y generamos demasiadas expectativas también podemos fracasar. Como siempre, la clave esta en el equilibrio.
Y para el final, el postre. Por esta vez me salto la parte central de la película (tu propio contenido, pero confío en que tendrás un buen trabajo que contar siempre).
El postre también tiene una importancia vital y, por supuesto, también posee connotaciones estratégicas. Un buen e impactante inicio, seguido de un buen contenido pero de un final que pase desapercibido y no genere recuerdo puede hacernos también fracasar en nuestro objetivo.
Piensa en esta relación inicio-final, aperitivo-postre. Se que sabes muy bien leer entre líneas y que también sabes que es muy importante en cualquier situación de nuestras vidas, tanto en la parte profesional como en la parte personal.
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