Por qué aprender tanto de los errores como de los aciertos. Esta es mi propuesta de hoy, que por cierto, suele ser bastante complicado.
El genérico que está instalado en nuestra sociedad es generalmente que aprendamos de los errores, pues así podemos saber en qué hemos fallado, en qué nos hemos equivocado, en qué no somos buenos, etc.
Tras este aprendizaje toca levantarse, que es la segunda parte y la más compleja. Después toca volver a empezar y volver a intentarlo.
Esto está genial. Aprender siempre es bueno. El problema es que no solamente debemos focalizar el aprendizaje en base a los errores o incluso a los pequeños fallos o desviaciones.
A mi siempre me ha gustado el equilibrio y quizás por este motivo también he hecho mucho caso a los aciertos. De los aciertos se aprende tanto como de los errores.
Nos podemos hacer las mismas preguntas que en el caso anterior, en esta ocasión con un sentido positivo y también podemos sacar fantásticas conclusiones que nos permiten ser conscientes de, por ejemplo, por qué hemos ganado, por qué hemos acertado, por qué hemos logrado el objetivo planteado, etc.
Como me gusta decir, la vida es cuestión de dualidades. Esta es otra dualidad más, muy potente, a la que hay que hacer caso en ambos sentidos. Errar y acertar. En ambos es vital saber por qué.
Mi consejo sobre esto es claro: aprende de ambas cosas, porque ambas cosas te hacen conocerte mejor, encontrar el equilibrio y ser consciente de tus fortalezas tanto como de tus debilidades.
Somos seres que provocamos que ocurran cosas, por tanto lo coherente es analizar lo bueno y lo malo, sacar conclusiones siempre positivas e intentar mejorar nuestros puntos débiles y potenciar nuestros puntos fuertes.
Photo credit: freepik