Hoy quiero hablaros de algo que muchas veces malinterpretamos: El concepto básico en la estrategia de marketing.
Cuando catalogamos bajo este concepto, solemos darle una vertiente peyorativa y quizás lo básico sea todo lo contrario. Me explico. Cuando nos referimos a un producto como «un básico«, quizás lo sea porque no necesita nada mas par ser mejor de lo que es. Esto estaría en sintonía con el planteamiento menos es mas.
El básico perdura en el tiempo. Debemos preguntarnos por qué logra perdurar, por qué no pasa de moda, por qué resiste las embestidas y vaivenes del ritmo frenético del resto de productos. En definitiva, debemos saber dónde reside su fortaleza.
Quizás es la propia definición de la palabra la que incita al maltrato del término. Solemos usarlo para calificar a lo que resulta esencial, fundamental, elemental, primordial.
Esa premura conceptual que además aplicamos a combinaciones como la cesta básica alimentaria, la renta básica, la educación básica o el equipamiento, entre muchos, nos provoca una sensación confusa. Es una opinión personal, pero me parece que la belleza de este concepto es mucha.
Dado esto, tenemos una gran oportunidad para sorprender con nuestro producto o servicio de propuesta básica. ¿Por qué no pensamos en hacer de nuestro básico esa propuesta inteligente, interesante y sorprendente?
En lugar de plantearnos que debería ser el mínimo exigible de calidad, cantidad, coherencia y tantas variables como tengamos que trabajar, ¿por qué no pensamos en diseñar nuestra propuesta mas impecable despojada de todos los elementos superfluos que pueden distorsionarla?
Básico, aquello que representa nuestra base, aquello que representa una referencia imprescindible para nuestra marca. Visto de esa forma no deberíamos construir dicho concepto pensando en los menores requisitos posibles si no en la mejor manera de crear y proyectar aquello que sabemos hacer muy bien de forma natural.
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