La creatividad y el pensamiento creativo suelen confundirse, pero son conceptos distintos. De hecho, desempeñan roles complementarios en la generación de ideas innovadoras. La creatividad es una habilidad innata o adquirida que nos permite imaginar nuevas soluciones, productos o conceptos. Es la capacidad de ver conexiones donde otros no las ven, de percibir el mundo desde una perspectiva diferente y generar ideas originales.
Por otro lado, el pensamiento creativo es el proceso que permite aplicar esa creatividad para resolver problemas específicos de manera innovadora. Es una metodología que involucra el análisis, la búsqueda de alternativas y la evaluación de posibles soluciones. Mientras que la creatividad es más espontánea y fluida, el pensamiento creativo es estructurado y orientado a objetivos. Ambos se apoyan mutuamente. Sin creatividad, el pensamiento creativo no tendría ideas frescas sobre las que trabajar. Pero sin el pensamiento creativo, esas ideas no se podrían transformar en soluciones prácticas.
En el contexto empresarial, esta distinción es fundamental. Es una realidad que las empresas buscan personas con ideas originales que sepan cómo darles forma y aplicarlas a retos específicos.
El pensamiento creativo es lo que convierte una idea brillante en un producto innovador o en una estrategia de éxito
En un contexto de innovación, la creatividad puede surgir en cualquier momento. Pero para convertirla en algo de utilidad, el pensamiento creativo entra en juego al organizar, evaluar y aplicar esas ideas. Las metodologías como el Pensamiento Lateral, Dentro de la Caja, Brainstorming Inverso o Gamestorming, entre otras, ayudan a canalizar la creatividad dentro de procesos de pensamiento creativo. En este sentido, cada idea se valora, se moldea y se transforma en acciones concretas.
Por tanto, podríamos considerar que la creatividad es la chispa que enciende el proceso, mientras que el pensamiento creativo es el motor que lo hace avanzar. Ambos son esenciales para generar innovación en cualquier área, desde el desarrollo de productos hasta la creación de estrategias empresariales. Saber distinguir y aplicar ambos conceptos de manera adecuada puede marcar la diferencia en el éxito de un equipo o una empresa. Este equilibrio entre inspiración y metodología permite que las ideas lleguen a buen puerto y se conviertan en soluciones tangibles y valiosas en el mercado.
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