La espectacular oferta de productos y servicios llegada cada segundo a través de los canales offline y online genera una saturación de la mente del consumidor en forma de desorientación. Si somos una marca deberíamos meditar sobre el consumidor y la búsqueda de la sencillez.
¿Un ejemplo? Seguro que tienes en casa o en la de cualquier familiar o amigo una máquina automática de cápsulas de café. Elegir la máquina puede ser ya complicado, debido a la cantidad de marcas fabricantes, modelos disponibles de cada fabricante, prestaciones técnicas de cada máquina (solo café, café con leche, otros…), etc.
Primera fase superada. Ahora busca las cápsulas. Solo café, café con algo más, chocolate, infusiones, … ¿Originales o marcas que fabrican cápsulas compatibles para las máquinas de los principales fabricantes?

Todo un mundo que provoca complejidad en la toma de decisiones. La gran mayoría de los consumidores quizás solo busquen un café, pero la oferta disponible les hace dudar, les complica el proceso de compra. Es de lógica que aquellas marca que más fácil se lo ponga a los consumidores pueda tener más éxito.
Simplicidad, se llama. ¿Tiene sentido pensar en la simplicidad como herramienta estratégica para el proceso de marketing? Y tanto que si!
La simplicidad es la máxima sofisticación, decía un genio llamado Leonardo Da Vinci
Si ese motivo de pensamiento nos lo taremos a nuestros días podremos ver que tiene sentido, quizás ahora más que nunca. El caso es que nunca ha dejado de tenerlo. Simplicidad. Así de simple y a la vez así de complicado.
La simplicidad es un elemento que nos hace únicos, singulares, especiales. A veces, en nuestro afán de mejorar o de hacer más, complicamos todo. La simplicidad es la esencia de lo bello, de lo absolutamente necesario, del deseo más íntimo. Simplicidad no es sinónimo de pequeño, todo lo contrario, quizás podamos hallar la grandeza en lo simple.
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