No lo dudes, siempre el final es el principio. Es duro cuando se acaba algo que te gusta, que te apasiona y que te hace sentir, porque tu mente se recrea en recuerdos imborrables que te cargan de nostalgia.
Pero cuando algo acaba comienza otra cosa. El final es el principio, siempre. Quiero intentar darle la vuelta al sentimiento nostálgico para convertirlo en un motor de actitud positiva.
Es curioso analizar como se comporta nuestra mente, con su almacén de recuerdos, buenos y malos, que saltan cuando les apetece para impactar en nuestra realidad del instante.
Piensa en cuantas cosas, más largas o más cortas, empezamos y terminamos. Y volvemos a empezar. Intenta no dejarte llevar por el sentimiento de tristeza, aunque es difícil. Intenta destinar más segundos a programar qué cosas buenas nos esperan en adelante e intenta disfrutar de tu presente.
Casi siempre entendemos el final como eso, solamente el final
¿Qué pasaría si cada vez que nos enfrentáramos a un final inmediatamente asociáramos que se enlaza un principio?
El final de algo puede suponer inmovilismo, pues si está muy asociado a componentes emocionales podemos ser víctimas de la desidia y la procrastinación. Como dice Ikea, la vida es un catálogo de novedades. Intentemos aprovecharlo.
Sin duda, para mí lo más difícil es la gestión del autodiálogo, la mente es tan poderosa que es capaz de hablarnos internamente sin cesar, proyectando recuerdos constantes que nos abstraen y no nos dejan ver el presente y el futuro de forma optimista en muchas ocasiones.
Hoy, precisamente, es un buen día para mí en el que practicar este modo de pensamiento con actitud positiva y pensaré que el final es el principio. Si también lo es para ti, me encantaría que me acompañaras en este modo y que saques el mayor número de sensaciones positivas para ayudarte a ti y a quienes tienes alrededor. ¿Lo intentamos?
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