La falacia de la planificación es un concepto psicológico y de gestión del tiempo. Describe la tendencia humana a subestimar consistentemente el tiempo, los costes y los riesgos de acciones futuras. Además, sobreestima los beneficios y se considera el mejor escenario posible. Este sesgo cognitivo afecta tanto a proyectos personales como profesionales y puede llevar a consecuencias significativas en términos de retrasos, sobrecostes y frustraciones.
El origen del término se remonta a un estudio realizado por Daniel Kahneman y Amos Tversky en 1979. Ambos observaron que las personas tienden a planificar de manera optimista, sin tener en cuenta posibles contratiempos y fallos. A pesar de tener experiencias previas que demuestran lo contrario, los individuos caen en este error de juicio, subestimando sistemáticamente el tiempo necesario para completar tareas. Esto se debe, en parte, a un exceso de confianza y a una inclinación natural hacia el optimismo. La causa puede ser una falta de consideración de los fracasos pasados o de factores externos que podrían influir en el resultado.

En el ámbito empresarial, la falacia de la planificación puede tener consecuencias desastrosas
Proyectos que se estiman completarse en meses pueden extenderse a años, y presupuestos iniciales pueden duplicarse o triplicarse. Esta discrepancia entre la planificación y la realidad no solo afecta los recursos financieros, sino también la moral del equipo y la credibilidad de la gestión. Los gerentes de proyectos y los líderes deben ser conscientes de esta tendencia y aplicar estrategias para mitigarlo. Por ejemplo, con la planificación basada en datos históricos, el establecimiento de márgenes de tiempo y presupuesto adicionales, y la realización de evaluaciones de riesgos realistas.
A nivel personal, la falacia de la planificación puede manifestarse en la subestimación del tiempo necesario para estudiar, completar un trabajo o actividades cotidianas como hacer ejercicio o cocinar. Esto puede resultar estresante, produciendo sentimientos de fracaso y generando acumulación de tareas pendientes. Para combatir esto, es útil aplicar técnicas como la división de tareas en pasos más pequeños y manejables. El uso de herramientas de gestión del tiempo ayuda mucho.
En definitiva, estamos ante una trampa cognitiva que afecta tanto a individuos como a organizaciones, llevando a una subestimación de tiempo y recursos necesarios para completar tareas y proyectos. Reconocer y entender este sesgo es el primer paso para desarrollar estrategias más realistas y efectivas en la gestión del tiempo y los proyectos, mejorando así la productividad y reduciendo el estrés asociado a los incumplimientos de plazos y presupuestos.
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