Qué hacer con aquellas ideas generadas que son rechazadas. Buena reflexión, ¿no? En los procesos creativos, siempre muchas ideas se quedan por el camino.
Incluso algunas de ellas llegan a ser finalistas, pero son vencidas por otras opciones que por un motivo u otro llegamos a considerar más adecuadas.
Lo primero que se nos puede ocurrir es guardarnos esa idea para otro momento futuro, en una especie de «seguro que me sirve para más adelante».
A mi, personalmente, no me gusta nada este planteamiento. Os voy a proponer otro, aunque ya se que seguramente pensaréis que ya tenemos bastante con lo que tenemos o que no disponemos de tiempo para ello. Aún así, os lo planteo.
Durante la realización del proceso creativo, anota todas aquellas ideas o preideas que van surgiendo. Anota cualquier matiz que consideres interesante, por ejemplo, de quién ha surgido la idea, en qué momento, si ha sido espontánea o fruto de la técnica trabajada, si es derivada de otra anterior, si esta ha favorecido la creación de otra posterior, etc.
Una vez finiquitado el proceso creativo, sea cual sea su resultado es hora de valorar. Tómate tu tiempo, encuentra el momento. No tiene por qué ser de inmediato, pero tampoco puede hacerse esperar demasiado.
Repasa todos los apuntes anotados, crea una especie de mapa mental y piensa de qué forma puedes sacar provecho a cada una de las ideas desenfocando el problema, es decir, dejando de pensar en el origen de la idea y en el reto en el que fue generada.
Cualquier planteamiento de este tipo es provechoso. Seguro. Sorprendentemente, se te pueden ocurrir formas de aprovechamiento realmente jugosas.
Además, si trabajas con una visión multisectorial, como es mi caso, esta herramienta te ayuda muchísimo a ampliar tu espectro del entorno y a provocar numerosas posibles innovaciones prácticamente de la nada.
Pruébalo… y me cuentas!
Photo credit: Carolyn Hembree
