Hoy toca un post para pensar. Ya sabes cuanto me gusta provocar que pensemos. La certeza se vuelve mutante en la red es un motivo para pensar.
La red se ha vuelto tan viva que ha llegado a extremos inimaginables. Cualquier suceso ocurrido en cualquier momento y en cualquier lugar puede ser comentado en cualquier plataforma digital por cualquier persona. Fíjate que ecuación tan llena de «cualquier» como variable.
¿Qué significa esto? Simplemente, que de forma exponencial las probabilidades de que la información acerca de un suceso varíe en cuestión de segundos son altísimas. Ese es el reto de la inmediatez que también tanto me gusta.
A todo esto, debemos de incorporar otra variable crítica: la intencionalidad en la información emitida
Inicialmente los receptores de información suponemos la «buena fe» del emisor de la información (excepto en determinadas fuentes emisoras de las que podemos esperar cualquier cosa), pero esto no tiene por qué ser así.
Imagina pues la cantidad de micromomentos que pueden sucederse y los diversos microescenarios que se pueden plantear en segundos acerca del mismo suceso ocurrido en un mismo lugar.
Por si fuera poco, hay otros matices, más complejos, que pueden también hacer variar la dirección de la información emitida. Algo tan simple como la escritura incorrecta, una variación espontánea y no deseada del corrector ortográfico del móvil o una interpretación diferente del lenguaje según desde que cultura se emita el mensaje pueden aportar aún más versatilidad si cabe a esta situación.
Por tanto, la certeza se convierte en una permanente incertidumbre durante un periodo de tiempo más o menos corto, los segundos parecen alargarse, los minutos también. La incertidumbre siempre genera este tipo de sensaciones.
Al final, como suele ocurrir, suelen ser los medios oficiales los que ponen la cordura a todo esto, al estar «obligados» a contrastar la información acerca de cualquier situación que se presente.
Photo credit: Melissa BARRA