Lo que crees no es lo que creen. Este es un principio básico que he aprendido de los procesos de comunicación.
En el día a día siempre tenemos ocasión de expresarnos y hay ocasiones en las que estamos tan plenamente convencidos de lo que decimos e incluso de que poseemos la verdad verdadera que tendemos a pensar que aquello en los que creemos es aquello en lo que van a creer los demás.
Hay que intentar huir de este hecho, pues puede hacernos mucho daño e inducirnos a un claro error.
Todo se basa en las percepciones
Hoy, durante las VII Jornadas Cultura Marketing he prestado especial interés a este hecho, tanto en mi propia ponencia y lo que intentaba transmitir a la audiencia como en el resto de mis compañeros ponentes y lo que ellos intentaban transmitir.
Analizaba mis gestos y sus gestos, los gestos de la audiencia, sobre todo, en momentos críticos donde se lanzaba algún tipo de mensaje muy concreto o afirmación puntual.
Esto es trascendental. Cuando desde el inicio de una conversación o, en este caso, una ponencia piensas y crees firmemente que tu receptor o que la audiencia entiende exactamente lo que tu estás queriendo transmitir puede que estemos en peligro.
¿Realmente nos hemos explicado bien? ¿Estamos en posesión de la verdad? Las opiniones o los consejos que lanzamos no son más que eso, pero en ningún caso la verdad absoluta.
Conectar con el receptor no es fácil, tanto si hablamos con un único receptor como si hablamos de una gran audiencia.
Una buena herramienta es analizar bien si tu lenguaje es el correcto, si tu planteamiento tiene sentido o si mantiene demasiadas opciones de no ser bien recibido y entendido según lo quieres explicar.
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