Seguimos con el segundo post de la serie dedicada a la persuasión en el marketing: consistencia. Y, ¿qué es la consistencia? Es el compromiso, la implicación y la determinación que las personas profesamos a alguna causa.
En la vida vamos enfrentándonos a determinados actos que precisan de consistencia y adaptamos nuestro comportamiento en función de ello. No es fácil ser consistente. El compromiso siempre requiere de mucho esfuerzo y, posiblemente, de renunciar a otras cosas.
Podemos ser consistentes con nosotros mismos o con los demás
Seguramente con nosotros mismos sea mucho más difícil, pues al fin y al cabo cuando algo depende de uno mismo podemos inducirnos en el conformismo o en la procrastinación.
Cuanto más externo sea nuestro compromiso y más conocido por más gente, mayores niveles de garantía inicial de cumplimiento de mismo existirá, pues sentiremos la presión de los demás en cuanto a nuestra capacidad de cumplir lo prometido.
Uno de los mejores ejemplos que puedo ponerte, sobre todo si eres uno de mis lectores habituales, es mi consistencia a la hora de escribir a diario un post en este blog. No es fácil. Pero es un autocompromiso para el compromiso.
Desde el punto de vista de una marca, los niveles de consistencia son un arma potente. Cualquier promesa que emita cualquier marca puede ser contrastada por su público. Si la cumple, los niveles de lealtad se incrementarán. Si no, los niveles de aversión también se dispararán.
La persuasión que una marca puede enfocar hacia su target puede venir por la vía de buscar a consumidores comprometidos con algún propósito o causa, alineado a la estrategia de la marca.
Si ésta consigue que una comunidad de personas se alinee con dicho propósito o causa puede lograr un objetivo conjunto y de manera indirecta cierta persuasión que incida en la percepción de su imagen.
Ale, a pensar!
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