Lo que voy a contar hoy no es nada nuevo ni sorprendente: ya lo sabemos. Pero lo que importa, además de saberlo, es pensar en ello y tenerlo siempre en mente. Hablemos pues acerca de por qué las marcas nos tutean.
Ya es muy conocido que anteriormente los mensajes de las marcas hacia los consumidores tenían matices masivos o grupales, quizás primaba la cantidad ante la calidad. También es conocido que Internet lo cambia todo, por lo que pasamos a otro planteamiento en la manera que tienen las marcas actuales (no todas, por supuesto) de comunicarse con nosotros.
De tratarnos como clientes, poco a poco se va pasando a tratarnos como a una especie de anfitriones, es decir, ahora ven al consumidor como ese elemento que puede no solamente comprar o vivir una experiencia con la marca, sino recomendarla. El poder de la recomendación en brutal.
El consumidor ha ido evolucionando en el prisma de las marcas de un mero receptor de productos o servicios a un gran protagonista individual. Éste forma parte de la marca y con el que se cuenta en mayor o menor intensidad.
Esta variable, la intensidad, es realmente importante
Vendrá marcada por la transformación de los mensajes racionales a irracionales, es decir, por la participación y protagonismo que posee en estos momentos el plano emocional y sentimental. Una vez más, hablamos de la eterna lucha entre la razón y la emoción.
Ahora como consumidores no somos entes individuales (bueno, algunos si). Ahora somos entes colectivos y conectados, transmisores de esos contenidos emocionales capaces de llamar a la acción a otros de cara a interactuar con una u otra marca, en función del grado de expectativas y satisfacción que nos ha generado.
La clave está en la combinación perfecta de lo tangible (producto o servicio), con lo intangible (aspectos emocionales relacionados con la marca). Ahí tenemos el valor de marca y esa ventaja competitiva que cada vez éstas van prendiendo a crear mejor y a hacerlo entender mejor.
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