No quiero generalizar. En ningún ámbito de la vida debemos hacerlo, en marketing mucho menos. Solo quiero comentar un sentimiento del que muchos marketeros somos conscientes: Por qué las pymes dan poca importancia a la marca.
Es un clásico para mí esta frase: La marca es el activo más importante para una empresa. Y ya sabemos que su alma intangible es la principal culpable de que no se le de el valor que tiene.
Sin ir más lejos, la palabra marketing deriva de ella, precisamente de la raíz «mark«… la marca! Hacer marketing parte de la base de tener una marca y hacer que esté viva (esto lo aprendí de un grandísimo profe en mi postgrado en marketing: Pepe Crespo).
En muchas ocasiones el concepto ventas o el concepto producto (y/o también servicio) provocan un eclipse total de la marca
Y es que la marca no entiende de cortoplacismo, sino de largoplacismo, cosa que también ayuda a que sea antipática para sus propios dueños.
El día a día, la rutina, la presión del entorno (tanto macro como micro) y otros numerosos factores e imprevistos, nublan el panorama y no deja ver a la verdadera esencia de una empresa.
También hace mucho daño la tremenda confusión entre logotipo y marca, pues muchos responsables de empresas no conocen más allá del logotipo, entendiendo por él esa imagen gráfica que define a su marca. Pero la marca es muchísimo más que eso.
Una vez más traigo a escena esa maravillosa frase que siempre llevo conmigo: si una marca no marca, no es una marca. Miremos a la marca con otros ojos, escuchemos qué tiene que decirnos, mimémosla, degustemos su esencia, respiremos aquello que nos inspira.
Puede que solo así consigamos que el público al que nos dirigimos pueda entender mejor el por qué de nuestros productos o servicios.
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