Constantemente, esta frase ronda mi cabeza cuando estoy pensando en lo que debemos hacer para impactar en cualquier mercado: Haz que tu propuesta sea amada o sea odiada, nunca indiferente.
La indiferencia es la ausencia de atención hacia algo. Nada más duro en el mundo del marketing que la indiferencia.
Una marca, un producto o un servicio que es indiferente conduce a la nada. Por contra, una marca, un producto o un servicio que el público ama se convierte en un hit.
Obviamente, todos deseamos que nuestra marca, nuestro producto o nuestro servicio sea amado por nuestro público, pero creo firmemente que además debe tener otra parte vital: que otros lo odien.
Entre el amor y el odio suceden cosas, existen fuerzas que mueven al mundo y debe ser tan importante saber por qué nos aman como saber por qué nos odian.
Esto implica que no dejaremos indiferente. Ambas galaxias, el amor y el odio, definirán a dos tipos de público: lovers y haters.
Los lovers defenderán a nuestra marca en cualquier momento y situación, serán nuestros fans más acérrimos y un activo fundamental para nuestra marca.
Los haters intentarán criticar a nuestra marca y ahí es donde lejos de molestarnos debemos prestar la máxima atención para aprovechar un escenario de oportunidad.
Aunque suene raro, en medio de la crítica siempre existe la oportunidad. En la indiferencia no existe lugar para ella.
Al igual que ocurre en el mundo de las marcas de lujo donde es tan importante cuidar al público objetivo como distanciar al no público objetivo, en cualquier tipo de marca deberíamos plantearnos un escenario de distancia.
Para ello, cuanto mejor definida y más potente sea nuestra ventaja competitiva, mejor podremos trabajar este planteamiento, que a largo plazo nos marcará el camino del posicionamiento óptimo en el que debemos estar como marca.
Photo credit: DW
