Hoy toca hablar de uno de esos colores especiales en psicología del color en el marketing: oro. Es inevitable que al ver o pensar en este color venga de repente a nuestra mente el metal precioso.
Obviamente sabemos que representa al campeón, al ganador, al líder. Definitivamente a quien se lleva ese trofeo asociado al número uno. Podemos verlo en la medalla de oro de las Olimpiadas, en la Copa del Mundo de Fútbol, en los Óscar de Hollywood, etc.
También en definiciones de producto como el petróleo, al que solemos llamar el “oro negro”, quizás por su valía y escasez.
La simbología del color oro está reflejada con el dinero y con el lujo, pero también con la felicidad y la alegría. El color oro es, además, el color de la belleza y posee grandes vinculaciones con el Sol, ya que a lo largo de las civilizaciones ha tenido ese matiz asociado al astro rey.
Dicen que se asocia con el género masculino, mientras que para el género femenino la asociación es con la plata. Este color posee otras connotaciones: se relaciona con el bien, con el encanto y con lo bueno.
El oro mantiene siempre su valor
Es permanente (aunque como metal precioso puede tener asignada una paridad económica que fluctúa). Este motivo hace que pueda representar bien al concepto de fidelidad. Una vez leí por ahí que quizás este sea el motivo por el que cuando una pareja cumple 50 años de casados celebren sus bodas de oro.
La parte menos bonita, como es obvio, es la que puede generar cierta envidia o vanidad. Solemos desear lo que no tenemos y no nos gusta demasiado que los demás lo tengan. Este es uno de los peligros de usar el color aureo.
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