Subir al último tren

Subir al último tren ha sido una constante en mi vida durante mucho tiempo. He sido alguien de últimas oportunidades, aunque lo bueno es que he conseguido subir a muchos últimos trenes, en marcha, en el último segundo, agarrándome con toda mi alma casi arrastrando hasta conseguir subir a bordo.

Nunca es tarde. Nunca. De verdad. Llegué tarde a acabar mi bachillerato, mi carrera de económicas, mis prácticas, mis primeros trabajos y muchas más cosas. Pero llegué. Es lo que importa. Y es lo que me permite mirar ahora hacia atrás y sentir la confianza plena en mi, una fuerza inusual de empujar a quienes tengo a mi alrededor a hacer y una ilusión feroz de seguir cogiendo trenes.

No me importa si cojo el tren con tiempo de sobra, con el tiempo justo o ya en marcha y en el último suspiro, como ya hice tantas veces. Ahora se que lo cogeré si o si.

Por tanto, un consejo sencillo, fácil y directo: si sientes que el tren que está pasando es el tuyo lánzate a por el, sin miedos, porque quienes estén subidos a él serán tus grandes compañeros de viaje y te ayudarán a que todo resulte maravilloso. Cógelo, porque nunca es tarde.

Subir al último tren puede ser la diferencia entre decir y hacer. Si has de pensarlo mucho el tren pasará por delante de ti y sin ti. Todo quedará en palabras.

¿Te subes conmigo al tren? Hoy, acabo de subirme a otro. Un tren llamado… (mejor te lo cuento en breve, ya sabes que la incertidumbre es una de las mejores herramientas de marketing que existen). Un tren que no pensaba dejar escapar. Por tanto #algopasara. Hacer mucho, decir menos.