Una imagen vale más que mil palabras. Es una vieja frase que he escuchado toda mi vida y que ahora recobra un interés inusitado para mi, debido a mis investigaciones y trabajos dentro de la estrategia de marketing y de la incorporación de técnicas de neuromarketing aplicado.
Un altísimo porcentaje de la información que procesa el cerebro es visual y el motivo es que el 70% de los sensores receptores de información están en nuestros ojos. A nuestro cerebro le apasionan las imágenes y es capaz de procesarlas unas 60.000 veces más rápido que el texto. Ahí es nada.
Si a esto le sumamos que durante un proceso visual la mitad de nuestro cerebro permanece activa, tenemos ante nosotros muchas claves de cómo el ser humano interpreta las cosas y que este canal adquiere una preponderancia sublime.
Ya he hablado de esto en otras ocasiones pero este canal me fascina, pues recoge formas, colores, movimientos, profundidades, volúmenes y miles de datos que hacen trabajar a nuestro cerebro de forma exigente en cada momento.
Imaginad la cantidad de datos por segundo que somos capaces de captar y grabar
Tanto en nuestra parte consciente como en nuestra parte no consciente, solo a través del canal visual. Sublime. No somos conscientes de este potencial.
Las imágenes, esas maravillas capaces de contar historias por si solas sin necesidad de nada más. Percepciones y sensaciones que bailan en nuestra mente al son que marcan nuestros conocimientos, formas de ver la vida, ópticas propias o estados de ánimo. También, montones de variables que hacen que para cada persona la interpretación de lo que ve sea tan diferente. El contraste de las percepciones de cada persona respecto a cualquier suceso visual es apasionante.
¿Una prueba? Mira la imagen del post e imagina tu propia historia. Ahora muéstrala a otra persona que tengas cerca y pídele que haga lo mismo y te cuente su historia. Ahora, contrástala con la tuya. ¿Mola?
Sigo! Ya sabes que me queda todo por hacer, por descubrir y por aprender.
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