Penúltimo post sobre la serie 7 pecados: la envidia en el marketing. Al igual que en el caso de la avaricia, la envidia profesa deseos insaciables, pero existen dos grandes diferencias, pues va más allá de lo material y produce cierto bienestar con el mal ajeno.
Francisco de Quevedo citaba en esta mágica frase la esencia de este pecado capital: «La envidia va tan flaca y amarilla porque muerde y no come«. Absolutamente brutal.
La envidia ha sido trabajada en muchos casos marketeros. Sin ir más lejos, Donettes, esa marca que siempre nos provoca a «no compartir» porque «son míos», de forma divertida, juega sutilmente con esa envidia.
Adidas, en su actual campaña #ThereWillBeHaters habla del odio hacia quien usa sus zapatillas, promulgando el concepto como un halago máximo que implica ser envidiado por los demás como detonante de dicho odio.
La investigadora Nailya Ordabayeva realizó un análisis en el que aseguraba que muchas compras se realizaban a causa de la envidia
Esta situación nos ocurre con nuestro círculo cercano. Un claro ejemplo de ello serían los vehículos: tener un coche nuevo puede provocar de inmediato que otros sientan la necesidad de dar el paso y también compren uno. Intentarán que por algún motivos (verdadero o imaginario) se diferencie y lo mejore.
Mensajes como «se morirán de envidia» o «serás la envidia» han dado y siguen dando mucho juego, pero es necesario aplicar la creatividad sobre ellos para que sean más profundos y lleguen a un plano irracional más potente e inesperado.
Para finalizar, un concepto que nos hace pensar y está llena de contrastes (por lo que creo que merece un post aparte): envidia sana. Realmente, como me dijo en una ocasión mi buena y sabia amiga Mariví Pardo, la envidia no puede ser sana, sino insana. ¿No crees?
En el siguiente post cerramos esta serie sobre los 7 pecados capitales en el marketing con el último de ellos: la soberbia.
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