Capítulo 14 de un libro maravilloso. Corto, intenso, provocador. Así es cada uno de estos capítulos. Hablemos sobre El Principito y su magia aplicada al marketing (15).
Prosiguiendo su viaje, El Principito se topa con un personaje muy curioso: el farolero. Éste vive en un diminuto planeta en el que los días duran tan solo un minuto. Su misión: encender y apagar un farol. Sistemáticamente y sin espacio para la creatividad y ni mucho menos para la innovación, el farolero trabaja sin descanso.
¿Te suena esto en la empresa? ¿Te suena esto en el marketing? Cuántas empresas y cuántos profesionales realizan tareas rutinarias sin pararse a pensar cómo mejorar el proceso para ser más eficientes y efectivos?
Te refresco este post anterior, te gustará: Los asesinos de la creatividad y las ideas
La rutina es un enemigo atroz para el marketing, es uno de los antimarketing
Pararte a pensar se ha convertido en algo extraordinario. O bien nos excusamos diciendo que no tenemos tiempo o bien la rutina se apodera de ti, de tu sistema de trabajo y, lo que es mucho peor, de tus creencias.
Insisto, el peor compañero que puedes tener cuando te dedicas al marketing es la rutina. El marketing es todo lo contrario: atrevimiento, dinamismo, anticipación, conocimiento, criterio y mil y una cosas más.
La falta de ambición se paga caro. Demasiadas marcas buscan su lugar en el mundo como para relajarte lo más mínimo. Ser previsible hace que tu camino se estreche y te acomodes. Ser imprevisible ya no es una elección extraordinaria, pasando a ser algo que debemos contemplar como normal y necesario.
La rutina, además, te lleva a buscar excusas y a echar balones fuera. Al final, por ese camino acabaremos diciendo y creyendo que el mundo es así y que no podemos hacer nada por cambiarlo. Pero justo lo contrario es lo que tenemos por reto: cambiarlo. Empezando por el tuyo.
Photo credit: biblioteca
