Velocidad para sobresalir

A diario veo a personas que sobresalen y a otras que se ven sobrepasadas. Como casi siempre, la clave es la actitud. Esta vez quiero hablar de ello basándome en la velocidad para sobresalir.

Cuando vas a otra velocidad del resto y te das cuenta de ello, tienes un hambre voraz por hacer y, como me gusta tanto decir, tienes sangre en los ojos (señal inequívoca de que eres un 9), sabes que vas a lograr cosas importantes.

Cuando haces cosas, pasan cosas. Ya lo vimos en aquel post anterior que resultó ser toda una declaración de intenciones. La velocidad implica decisión, es decir, saber que tienes tanto por hacer y por conseguir que no puedes darte el lujo de relajarte.

La velocidad es una elección y empezarás a notar que vas en ese camino cuando de repente empiecen a decirte: ¡No paras!

Es una señal inequívoca. Una buena respuesta a esta pregunta sería: si paro, sería una mala señal.

Está claro que a veces hay que parar y tomar aire fresco, pero cada vez que se para es para que la reflexión que hagamos sirva para ser todavía más veloz.

La velocidad, eso sí, debe ir acompañada de productividad. No vale ser rápido sin ser eficaz ni eficiente. A veces fallamos, si, pero eso no implica que siempre sea así. Mídete a aquellos a quienes tienes cerca, a tu lado y a quien tienes como referencia por algún motivo.

Solo comparando, como casi todo en la vida, obtenemos respuestas. Sobresalimos respecto a qué o respecto a quién. El cómo, el cuando y el por qué también tiene cabida estratégica en este proceso.

Otra forma de decirlo sería: mueve el culo (MEC). Si tu no lo mueves, cientos otros muy cerca de tí lo están haciendo, diferenciarse está caro, muy caro. Al menos, ponle velocidad a lo que hagas.

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