Capítulo 6 de un libro maravilloso. Corto, intenso, provocador. Así es cada uno de estos capítulos. Hablemos sobre El Principito y su magia aplicada al marketing (7).
Se trata de un capítulo cortísimo pero, como siempre, nos deja aprendizaje. En un diálogo entre el protagonista y El Principito se habla de la puesta de sol y esto da paso a varias interpretaciones.
La primera: los estados emocionales de uno puede que no coincidan con el del otro, es decir, puede que el emisor esté feliz y receptor triste o viceversa, o puede suceder cualquier otra combinación. Obviamente, en función de los estados emocionales nuestra marca logra tener un alcance u otro hacia el público objetivo.
Esto es algo que me obsesiona desde que me enfoqué en técnicas como el neuromarketing. Esta simpleza me hace entender mucho mejor por qué a veces algo no funciona o por qué otras veces funciona algo que no tiene ningún sentido aparente. Las emociones son así.
La segunda: las percepciones. No es lo mismo lo que percibe el emisor que lo que percibe el receptor. Para nada. Casi nunca lo es, aunque la mayoría de las veces pongamos en contexto qué es lo que queremos transmitir.
A diferentes percepciones, diferentes sensaciones
Mismo escenario, diferentes interpretaciones. Una puesta de sol puede ir desde la más absoluta belleza hasta la más absoluta tristeza.
La tercera: no es lo mismo oír que escuchar. Ya lo vimos en este post anterior: El arte de escuchar. Conversar, comprender, interpretar… todo pasa por escuchar, que es el estado superior de oír. Se llama empatía.
Ante ello, se cuidan los detalles. La propia cultura que poseemos cada uno y sus connotaciones hace que tengamos diferentes puntos de vista y por consecuencia interpretaciones diferentes.
Suma de todo ello creamos algo llamado marketing. Tan sencillo y tan complicado a la vez.
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